miércoles, 2 de febrero de 2011

La angustia.

Existen dolores que jamás se superan, imposibles de ser negados y que seguro nos dejarán cicatrices de por vida. No cabe duda de que estos son los peores, pero también pueden ser paradójicamente los mejores, pues nos obligarán a hacernos más humildes al aceptar las limitaciones de lo poco que podemos hacer frente a ellos. Esta es la encrucijada por la cual todos pasamos en algún momento de nuestras vidas: Aceptar o negar.  Negar es silenciar, algo así como decirnos "duele pero no lo escucho". No obstante, lo cierto es que aunque no lo escuchemos o no queramos escucharlo, por mucho que miremos para otro lado, el dolor, seguirá estando. Solo que esta vez en forma de angustia. La angustia es ese ahogo permanente, un sentirse morir a cada momento, leve y constante a la vez. Tanto que incluso, con el tiempo, hasta te acostumbras. Aprendes a vivir con la angustia como cortina de fondo de tu vida. A reírte sin ganas, a comer sin ganas o en definitiva: A vivir sin ganas. Podemos recorrer así el camino de nuestra existencia durante décadas completas. Escapando del pozo de nuestro dolor para terminar asfixiándonos en el fatal abismo nuestra la angustia.

La angustia es una señal que el cuerpo emite ante el
dolor negado. También puede servirnos de impulso.
Y es que la angustia es como el olor a basura. Una pestilencia irreconocible producida por una enorme cantidad de sentimientos encerrados, mezclados y pudriéndose en la oscuridad. Sin embargo amigos míos, esa no es precisamente la función de la angustia, el motivo por el cual nos fue "dada". Ella, no nos odia. Tampoco busca hacernos ningún mal. Solo nos grita agónica. Como el último suspiro de un moribundo, susurrándonos al oído que algo huele a podrido en Dinamarca. Un "algo" que nos quema, pero que por miedo es negando hasta el agotamiento, nuestro agotamiento. Y así volvemos al dilema planteado al principio. Aceptación o negación. Pues al igual que podemos aceptar nuestro dolor, volviéndonos más humildes, sensibles hacia el sufrimiento ajeno, y quien sabe, quizá incluso mejores. También podemos hacer lo mismo frente a nuestra angustia. Atender su mensaje para después, libremente, hacernos cargo y elegir que hacer con él. Algunos buscarán una terapia. Otros se decidirán por compartir su dolor junto a un ser querido. No faltarán aquellos que se desahoguen solos, a través de sus lágrimas. Y finalmente puede que unos pocos simplemente elijan irse a la mierda. Si, he dicho a la mierda. Porque no olvidemos nunca que además de una señal, que aparte de una trágica, agónica y sutil vivencia ahogo; la angustia será también un viento. Oscuro, pero un viento. E impulsados por él, hombres, mujeres y pueblos enteros se han embarcado desde el inicio de los tiempos en infinidad de maravillosos viajes, creaciones, o incluso dulces revoluciones. No sé que más decir. Que cada cual se juegue valiente por aquello que considere más honesto, más propio de su naturaleza interna. Mientras tanto, mientras cada cual decide como vivir ante la mirada de nuestra pálida amiga llamada Angustia. Siempre podemos simplemente seguir viviendo, sobreviviendo.

Con dignidad.

Escribiendo desde el sur del sur.

Lic. Unai Rivas Campo.

Gracias a Marisa, Pini, Catalina, Blanca y Stella por sus invalorables aportes. Y como olvidarme de Laura, cuyas palabras le dieron el impulso necesario a las primeras líneas de este escrito.

4 comentarios:

  1. Que hermosa manera de acercarnos a nuestra pálida amiga llamada Angustia...

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  2. Qué bueno es poder decir gracias, a pesar del dolor...Gracias Unai.

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  3. Como congeniamos el tiempo de nuestros procesos, con el de una sociedad que esta apurada por tener gente siempres arriba, siempre productiva.
    Como hago para transitar esos dias oscuros, donde pareciera que ya nada tiene sentido, y hacerle entender al resto que no soy una depresiva, ni una poco adaptada, sino que me pasan cosas, que necesito llorar, gritar, sentir que no puedo vivir en este mundo tan cruel y quiza despues de todo eso, ver que alguna luz asoma, que hay cosas por las que vale la pena seguir; y levantarme.
    Personalmente me cuesta mucho no poder estar dentro de los estandares que se piden en esta sociedad, lo sufro, casi a diario...

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  4. Se sufre, es cierto. Pero si no nos enojamos con este dolor, si no tratamos de controlarlo; al final, pasa. No sé, pero dicen que las emociones son como un río. Un continuo transito de distintas corrientes. Y que la angustia emerge del intento de bloquear algunas de ellas. Las que nos duelen y nos hacen sufrir. Quizá sea por eso que cuando se llora de corazón, al rato, se también de corazón.

    Saludos desde el sur del sur.

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