martes, 4 de diciembre de 2012

La dictadura de la objetividad.

Pintura que muestra la quema de brujas en la edad media.
Hubo un tiempo en el que se quemaban brujas. Bueno, brujas y lo que fuera. Aquella gente no era precisamente muy exquisita. Todo aquello que sonara u oliera a diferente terminaba en la hoguera. Supongo que les gustaba mucho el tema quemar, no sé.

Estoy hablando por supuesto de la edad media.

Tiempo pasado.

¿O no?

Hoy vivimos bajo la égida de otra dictadura. Más cruel y sangrienta. Implaclable. Estoy hablando claro está sobre la dictadura de la objetividad.

Somos la civilización que más tiempo, esfuerzo y dinero ha invertido en comprender y encumbrar la materia. Desde los millones de euros invertidos en un colisionador de hadrones de proporciones faraónicas, hasta las clásicas frases de elogio. Esas que dicen cosas como "te lo cuento a vos porque sos un tipo objetivo". En fin, lo cierto es que la objetividad es una característica propia de los objetos. Nada más. No obstante, los sujetos estamos condenados a relacionarnos con la materia. Podemos comprenderla, desde nuestra sibjetividad. Usar la lógica (que es una sistema de pensamiento objetivo), pero jamás podremos percibir objetivamente nuestra realidad. Somos sujetos, atravesados por historias, emociones, anhelos y fantasías. Y nuestra forma de comprender nuestro universo siempre estará atravesada por dicha subjetividad. No obstante, la vinculacion de los humanos con la percepción objetiva es un tema fascinante. Algo digno de investigar que por falta de tiempo prefiero dejar para otra noche.

Logotipo que aparece en una famosa
página escéptica.
¿Estamos frente a la inquisición moderna?
Y es que para comenzar a hablar de dicha relación primero debemos asumir que estamos atravesados por la subjetividad. Algo que no todos están dispuestos a hacer. Esto es lo que justamente sucede con algunos círculos autoproclamados escépticos. Grupos en principio bienintencionados que buscarían desbaratar algunos mitos, creencias o estafas que caminan por ahí. Pero que en su seno ocultan el peor de los males. La más oscura de las cegueras. Llegando a negar la existencia misma de su propia subjetividad. Y es que la objetividad tiene sus ventajas. Nadie puede negarlo. Si algo pesa tres kilos pesa tres kilos. ¿Qué se puede debatir? Nada. En ese sentido la objetividad es fantástica. El dolor de la duda queda anestesiado bajo frío manto de cemento.

El problema es que como toda anestesia, esta se vuelve adictiva. Al fin y al cabo es sencillo afrontar la vida desde ahí. Demasiado. Lo comprobado no se discute y la victoria estaría siempre asegurada. Generando así una euforia atrapante para sus miembros. Una captura de la que es difícil salir. Tanto que los actualmente autoproclamados escépticos son incapaces de aceptar cualquier forma de subjetividad. Llegando incluso a negar lo innegable. Como la subjetividad en las ciencias. Y es que en cualquier investigación, tanto las hipótesis como las conclusiones son hechos profundamente subjetivos. Algo que lejos de restarle mérito, hace de la ciencia una seductora forma de acercarse al conocimiento.

¿Qué ocurre cuando la economía se
transforma en una ciencia objetiva?
¿Y cuando la objetividad se vuelve un dogma?
Hasta ahí esto no sería nada demasiado grave. Apenas unas pocas mentes obtusas ahogadas en su propia soberbia. Malos científicos. Nada más. Sin embargo el asunto se complica cuando comenzamos a ahondar en las muchas implicaciónes que la epistemología objetivista supone.

No en vano, ver el mundo desde una pretensión de absoluta objetividad tiene sus consecuencias. Tantas como el relativismo puro. Tan peligroso es creer que todo puede ser cuestionado como que nada lo es. A veces pienso en estos últimos años. En la crisis mundial. En como se fue todo a la mierda. Quien sabe, quizás deberíamos habernos cuestionado más las cosas. Plantear que la ciencia económica no estaba tan llena de verdades objetivas. Que los nuevos dogmas liberales no nos hicieron más libres. Porque somos esclavos. Esclavos de la prepotente tiranía de lo objetivo. Mientras tanto, la filosofía ha sido relegada a cubo de basura de la historia. Allí descansa con el resto de las humanidades. Enterrada junto a nuestros sueños de un mundo mejor.

En fin, no importa. La vida siempre sale adelante.

Y sinceramente, las cosas más lindas son aquellas que crecen en los lugares más oscuros.

Flores salvajes, libres, que brillan con luz propia.


Escribiendo desde el sur del sur.


Lic. Unai Rivas Campo.