sábado, 2 de junio de 2012

Los dioses tontos.

Los psicólogos nos la pasamos hablando del inconsciente. La mayor parte del tiempo al pedo. Y es que por mucho que aprendamos sobre él, su misterio siempre escapará a nuestra conciencia. Entonces, ¿Por qué no hablar primero sobre lo que entendemos por conciencia? Sobre tal asunto versa entonces este pequeño escrito.

Veamos, para la lógica sistémica, la conciencia es un corte. Un sesgo de una parte de la realidad. Que sirve para enfocar sobre aspectos específicos y así solucionar problemas específicos. Lejos de una mirada global. De esta forma, cuando somos conscientes limitamos nuestro campo perceptivo. Separamos blancos y negros, formas, situaciones, palabras, idiomas, etc. Siempre de manera específica porque la conciencia tiende a lo concreto. O mejor dicho a concretizar. Es práctica. Si te duele algo, lo solucionas. Punto, no hay más. Quizá sea ese el aspecto más débil del psicoanálisis clásico. Ese que buscaba traer material inconsciente al consciente como proceso necesario para la salud. Y es que en lo no consciente se pueden encontrar conflictos negados. Reprimidos dirían ellos. Pero también aspectos puros del inconsciente. Criaturas de los sueños que habitan desde tiempos ancestrales en el ecosistema onírico. Arquetipos, sistemas de ideas, fantasmas o restos de personas, queridas u odiadas, que en forma silenciosa continúan habitando nuestro mundo para bien, o para mal.

Mundos distintos con especies distintas.

La inteligencia no es sabia. 
Porque nadie en su sano juicio introduciría la especie de un ecosistema en otro. Sabemos que los resultados son devastadores. Los gatos traídos por los primeros colonos extinguieron cientos de especies en el desierto australiano. Las tortugas que fueron liberadas en los ríos franceses causaron un efecto similar. ¡Y que decir de las culturas! Sobre todo en los casos de epistemologías distintas, como en la conquista de los españoles sobre los pueblos originarios americanos. Incluso existe una teoría que explica la extinción de los dinosaurios a partir de la unificación de varios continentes que, al posibilitar la convivencia entre especies de saurios distintas, generó plagas y desequilibrios alimentarios que concluyeron en una extinción en masa. Así es que no. Algunos grupos organizados de ideas no pueden convivir con otros. No sin desaparecer empobreciendo la riqueza ecológica de la vida. Una vida que es sana en la diversidad, y que necesita de límites para subsistir. Cosa que nos lleva nuevamente al límite como la esencia misma de la existencia. A ese corte que Dios, el universo, o quien sea hace para diferenciar unas bellezas (es decir sistemas) de otras. Fronteras infinitas en su indefinición. Ya se que esto último puede no haberse entendido. Lo siento. Digamos que lo que quiero decir es que el universo también corta y sesga como nosotros. Pero de una manera sabia, estética, armónica y equilibrada. Mientras que nuestros cortes, los de la conciencia, son torpes, brutos. Carentes de sabiduría. Así, talamos árboles, destruimos culturas, arrasamos con toda la hermosura que nos rodea. Solucionando problemas menores para generar desastres mayores. Cultivamos monstruos que nos devoran.  Construyendo aires acondicionados que fomentan el calentamiento global. Meándonos alegres en lo sagrado. Destruyendo el mundo en cuotas.

Somos dioses, dioses con minúscula. Capaces de las más geniales proezas y sin embargo tan peligrosos como una manada de elefantes en una tienda de porcelana. Quien sabe, quizá seamos "dioses niños". Dioses inmaduros. Ángeles caídos. Criaturas celestiales expulsadas prematuramente del cielo. Abandonadas a su suerte e incapaces de aprender a caminar. No sé, antes pensaba que los humanos eramos el cáncer de la vida. Una enfermedad del sistema total al que pertenecemos. Hoy prefiero creer que somos dioses tontos. Criaturas de alas oscuras. Pájaros negros que no pierden la esperanza de aprender a volar.

Al fin y al cabo la esperanza es siempre una elección.

Escribiendo desde el sur del sur.

Lic Unai Rivas Campo.




6 comentarios:

  1. No me dedico a la psicología, pero el otro día leía que el desafío de este siglo (o del milenio) es aprender a utilizar el 100% del cerebro. Los seres humanos utilizamos solo el 10% y personas como Einstein han llegado a utilizar el 12%. ¿Qué ocurre con ese 90% inutilizado? ¿Allí se ubica el consciente y el inconsciente? ¿Y nuestro lado espiritual, también se encuentra allí ubicado? Poco se de psicología, pero me gustan algunas ideas de Carl Jung y de Goleman al respecto. También creo que algunas culturas estaban muy avanzadas en cuanto al consciente y al inconsciente, como los Mayas, sus ideas de la perspectiva del tiempo como eje central de la vida,En su época reinaba el "dios tiempo", en el siglo XX pareciera que hemos vivido la época del "dios dinero". En este siglo XIX que ha empezado hace poco pensemos bien que queremos, mi esperanza es que nos basemos en el amor a la propia individualidad y sabiduría y en el desarrollo del cerebro, de manera que nuestros pensamientos no sean limitados y estructurados... Esencial la tarea que han de realizar ustedes, los psicólogos.
    Saludos

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    1. Creo que desarrollar el cerebro, es lo opuesto a "basarnos en la sabiduría". Elevar nuestro grado de conciencia, significa volvernos más ciegos aun, y el amor a la propia individualidad, creo que ha existido desde el origen del hombre y ha acompañado desde siempre a las atrocidades que hemos padecido a lo largo de la historia. Creo que hoy por hoy, necesitamos más que eso: es necesario del amor hacia el otro, como fuerza suprema que es capaz de derrotar cualquier inhumanidad.. como una fuerza que puede mover mundos si es necesario
      Sin querer sacarle merito a los psicólogos, creo que todos tenemos una tarea esencial, que es la de tener la esperanza de algo diferente, de un cambio capaz de derrocar la opresión..
      Tenemos la tarea especial, de ser libres.

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  2. No estoy de acuerdo, creo que para ser libres debemos amar nuestra propia individualidad y de esa manera el amor hacia el otro surge, fluye. No me gusta el amor voluntarioso hacia el otro y tampoco me gustaría que alguien me quiera de esa manera.

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    1. Te entiendo.. Pero yo no hablo de un "amor voluntarioso" como decís vos.. (me disculpo sino se entendió bien) ni tampoco digo que no se necesite, eso de "amarnos a nosotros mismos".. Simplemente digo, que eso solo no basta..

      Al fin y al cabo, el narcisismo esta basado en el amor a uno mismo, y te aseguro que eso no es libertad.. Porque estas atado a una ceguera total

      Perdona que discrepe contigo, pero creo que en este mundo globalizado, donde la economía es una sola: la capitalista; hay demasiados entes que se aman así mismos y son capaces de poner sus zapatos sobre países enteros con tal de saciar sus intereses personales..

      Creo que algo que aprendí después de leer por un tiempo a Unai, es que la libertad significa elegir, y elegir duele..

      El sistema se perpetúa en el poder de la mano de la inhumanidad, y perdona sino lo crees así, pero la inhumanidad es tal, por no ser capaz de elegir.. La inhumanidad, no sufre.. Y la inhumanidad, solo se ama así misma..

      Te mando un abrazo de un anónimo a otro

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    2. PD No se la formula perfecta, pero la humildad, la compasión, el amor, y el valor para enfrentarnos a lo desconocido son necesarios si se anhela un cambio

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  3. Pensaba contestar al "anónimo 1" hace días. Sin embargo después tuve algunas dificultades (cuando no) que me tuvieron apartado de la escritura algunos días. Acuerdo con el "anónimo dos". De hecho, el uso de los famosos porcentajes del cerebro es un mito. Cualquier especialista en cerebros te dirá que se usa exáctamente el cerebro que debe ser usado en cada momento. Que en biología más no siempre es sinónimo de mejor. Pero en fin, igual agradezco su opinión más allá de las diferencias. Pues al final el debate suma.

    Abrazo desde el sur del sur.

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