La razón despertó de su sueño dando comienzo a la auténtica pesadilla. |
Algunos idiotas útiles aún pregonan el fin de las ideologías. Por supuesto que también cargan alegres contra las religiones o los sentimientos nacionales. Todas ellas, según la moral postmodernista, formas de pensamiento poco ajustadas a la razón. Esta moralina supuestamente "progre", condena a todo aquello que no se puede ver, medir o tocar al ostracismo. Siempre con la promesa de que, algún cercano día, viviremos en un paraiso racional de libertad.
Pero lo cierto es que el ansiado paraiso no parece estár llegando y que tras el debilitamiento global de ideologías, religiones y sentimientos nacionales; la naturaleza humana ha retrocedido. Por lo que sabemos gracias a estudios antropológicos los occidentales no somos persanas más felices ni más saludables mentalmente de lo que lo éramos 50, 100 o 1000 años atrás, y por primea vez en toda nuestra existencia como especie corremos peligro real de desaparecer. Atrapados dentro de esta dictadura de lo razonable retrocedemos cada vez más frente a nuestro nuevo gran y terrible enemigo: la miseria.
Sobre eso, más o menos, tratará este artículo.
La pobreza:
La riqueza:
Nunca fui rico. Soy psicólogo. Así que tampoco, creo, lo seré. Pero tuve pacientes, amigos y conocidos que si lo fueron o lo son.
Por lo pronto, puedo decir que no hay demasiada diferencia entre ellos y nosotros. Al menos en lo que a felicidad respecta. Lo que quiero expresar es que hasta donde sé, parece ser cierta esa famosa frase que afirma que el dinero, al menos en forma estable y sostenida en el tiempo, no da la felicidad. Sin embargo los ricos continúan empeñándose en no repartir aquellas inútiles posesiones de sobra. Esto que parece, y en parte es una ironía, quizá no debería tomarse tan a broma. He buscado en muchos libros de psicología y filosofía los motivos por los cuales algunos ricos se empeñan en defender con uñas y dientes aquello que psicológica y existencialmente no parece servirles para mucho. Y lo cierto es que salvo en la dialéctica del amo y el esclavo de heguel no he encontrado nada demasiado importante dedicado al respecto.
La dialéctica del amo y el esclavo. Habla sobre las relaciones de poder entre subjetividades. De como y por que los hombres desean ejercer dominio sobre los otros hombres, así como del funcionamiento de la relación entre dominantes y dominados. Para los que no conozcáis la citada reflexión Hegeliana os propongo que veáis este vídeo de nueve minutos: Dialéctica del amo y el esclavo.
Podemos concluir entonces que todo control es adictivo y por tanto siempre difícil de abandonar. Pero además de adictivo, todo control es por definición omnipotente. Imagino que no se entiende lo que digo. Trataré de poner un ejemplo sencillo: Cuando controlo un objeto, una piedra por ejemplo, metafóricamente hablando soy el Dios de esa piedra. Yo elijo si subirla, bajarla, enterrarla o tirarla. Direis, y es cierto, que no puedo hacerla volar, por eso he dicho "metafóricamente". je! La omnipontencia actúa como un autoengaño, donde el hecho de controlar nos hace creer que somos pequeños dioses o "diosecillos". Y esa omnipotencia, de alguna manera arma una ilusión que nos eleva sobre los demás, incluso sobre nuestros propios dolores emocionales.
Aparte la omnipotencia tiene otra característica: Es incapaz de renunciar a nada. Decíamos en otro post que "elegir es perder" y por desgracia eso es lo que la omnipotencia justamente menos tolera. Pues la mente omnipotente lo quiere todo, todo y todo, ya que para ella todo es posible menos el límite impuesto por la pérdida. Esta característica es mucho más común de lo que creemos. Si prestamos atención a nosotros mismos o a muchos de nuestros semejantes veremos como existen multitud de personas indecisas que, ante la imposibilidad de elegir entre dos o más objetos de consumo, se llevan los todos.
Hasta ahora hemos definido a la riqueza insana como una condición patológica omnipotente de sobreacumulación y control de objetos. Todo con el objetivo explicar el porque de su existencia y persistencia. Pero si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de lo aplicable que es todo este modelo onmipotente de control y acumulación a todas las clases sociales y no solo a las más favorecidas económicamente. De manera que la patología que encontramos en aquellos a los que vulgarmente conocemos como "ricos", la podemos hoy encontrar también en todos los segmentos económicos y sociales.
Finalmente me veo obligado admitir que estaría faltando a la verdad si no reconociera la existencia de una "riqueza digna". Yo, que trabajo en una institución donde participan personas poseedoras de grandes fortunas económicas, tengo que reconocer la enorme sabiduría y valor humano de muchas de ellas. Dice una amiga mía que en esta vida no se puede generalizar. Yo creo que sí se puede y se debe. Lo que si siento que no se debe de hacer, es imponer esa generalidad a un particular en concreto sin antes haberlo conocido. Bueno, pues yo he conocido a infinidad de personas con mucho dinero que en absoluto son adictas a él y que verdaderamente entienden a su fortuna como una circunstancia más en sus vidas. Esta riqueza digna nunca es agresiva con nadie y generalmente suele estar asociada a la honestidad e integridad de estas personas.
La miseria:
Al hablar de una riqueza patológica he dado la pista acerca de aquello sobre lo cual quiero hablar durante las próximas líneas: La miseria.
La miseria no tiene necesariamente que ver con la pobreza. Es una forma de vida inhumana, irrespetuosa y anticomunitaria. Que atrapa a pobres y ricos por igual.
Creo honestamente que la actitud de usurpar, por tanto privatizar, un parque público, es decir, de todos, es miserable y debe ser combatida mediante el uso del poder del estado. Pero igualmente miserable es aquel policía que insulta, humilla, mata y desprecia. Miserable es aquel que va a un país que no es el suyo e incumple sus leyes y desprecia sus costumbres. Pero también lo es aquel que habla con desprecio de la tierra que lo vio nacer y aún le sigue dando de comer. Miserables son los pueblos insolidarios con sus países hermanos. Miserable también es ese que insulta a sus instituciones y representantes por el caprichoso hecho de no haberlas votado. Miserable es el medio de comunicación que instala el miedo en una sociedad para satisfacer sus sucios fines económicos, tanto casi como los padres que gastan fortunas en sus vacaciones pero regatean con la salud de sus hijos. Miserable es el representante político que roba así como lo es todo ciudadano que saca ventaja sobre otro ciudadano. Miserables somos cuando nos jactamos de la marca de nuestras zapatillas o cuando compramos objetos para anestesiar nuestro dolor. Miserables son los amigos de la cultura del "sálvese quien pueda". Miserables podemos ser y seguro hemos sido muchos de nosotros al menos en algún momento de nuestras vidas.
Por eso, seas pobre, rico o clase media. La miseria, entendida como estado de conciencia existencial, te puede alcanzar igual. Es una consecuencia inhumana de ese sistema egoísta llamado libre mercado. Entidad sistémica que "privatiza" hasta lo que es privado, inyectando en nuestras mentes el crudo veneno del egoísmo. De tal manera, la miseria humana se transforma en el abono ideal donde la semilla de los peores valores del mercado germina. Se crea así una cibernética enferma donde tenemos a un sistema mercado creador psiquismos enfermos y a unos psiquismos enfermos que, con su consumismo voraz, alimentan a su vez el crecimiento del mercado.
No estamos por tanto en la época de la lucha de clases. Ojalá. Pues en ella encontrábamos una dignidad que hoy escasea. Tampoco estamos ni de lejos cerca del "fin de la historia". La historia esta más viva que nunca. Y como dice la canción, grita de dolor. Está temblando bruscamente ante el mayor enemigo que fe e ideologías jamás encontraron. Poniendo en jaque a ricos, pobres, piadosos, intelectuales e ideólogos. Pues todos corren, corremos, el peligro de desaparecer frente al gélido viento de la miseria.
La dignidad:
Trataremos de dejar por unos minutos de lado el probema de la miseria para poner el foco sobre aquello que actúa como elemento contrario: La dignidad.
La dignidad es un estado psicológico tan personal como comunitario. Donde el otro es sentido además de simplemente percibido, dando así lugar a un vínculo que posibilita la construcción de lo común, entendiendo a este como a un sistema contenedor, creador de identidad y pertenencia.
La dignidad funciona como un estado de conciencia del cual grupos e individuos podemos en todo momento salir para caer en un estado miserable. Esto siempre me recuerda a los maestros zen cuando explican el camino a la iluminación como un estado de permanente atención (diferente al control). Darnos cuenta de las diferencias entre los dos estados de conciencia nos da la posibilidad de elegir como individuos cual del ellos escoger. Recuerdo como hace algunos años (me estoy haciendo viejo) me sucedió algo que puede ser ejemplificador de lo que deseo expresar:
Trabajaba en un Burguer King desde hacía unos meses. En aquella época me sentía dichoso. Me habían prometido que pronto sería "supervisor de turnos". Sin embargo mi dicha estaba rodeada de una extraña ansiedad que no lograba identificar. Un sentimiento de vacío que sin duda era nuevo para mí. Una de mis tareas típicas era la de arrojar la basura a los contenedores. Solía quejarme porque los vagabundos la revolvían en busca de comida. Muchos de ellos eran inmigrantes que carecían de los recursos mínimos para subsistir. Un día de poca basura útil uno de ellos me pidió "una hamburguesa o lo que fuera". Yo que estaba harto de aguantar todos los días a aquellos tipos husmeando en "mi basura", respondí de manera vehemente que no. Aún resuena en mis oídos el ruido de aquella puerta trasera al ser cerrada. Cuando me di vuelta, orgulloso de mi mismo, vi a una de mis compañeras, inmigrante también, María se llamaba creo. No se. La recuerdo más por sus ojos, siempre tristes, que por su nombre. El caso es que estaba preparando una doble con queso. Recuerdo como cruzó la cocina segura y sin mirarme, abrió la puerta y le entregó la hamburguesa al hombre que aún continuaba rebuscando entre los desperdicios de la clase media europea. En mi vida se me había hecho tan evidente el miserable ser que habitaba en mis adentros. María nunca reprochó mi accionar. En ese momento hubiera deseado que lo hiciera pues ello hubiera permitido ponerme a la defensiva. Pero no lo hizo. De hecho jamás hablamos acerca de lo ocurrido. Y sin embargo aquel día una parte de mí quedó desnuda. Condenada a no poder olvidar jamás ese instante donde tomé conciencia de mi propia miseria a través de aquellos ojos tristes. Tan repletos de dignidad.
Supongo que la dignidad es algo así como una antorcha que nos guía e ilumina pero que también nos desnuda, haciendo evidente lo más oscuro en todos nosotros. Es ahí donde se genera el gran dilema frente a la dignidad: Aceptar o rechazar su luz. Rechazar implica negar y como ya dijimos en otras ocasiones todo sentimiento negado genera ansiedad y vacío. Aceptar, implica enfrentarnos al dolor de nuestra verdad subjetiva. A nuestras pequeñas miserias cotidianas. Empujándonos hacia la hoguera de nuestro dolor, para después, resurgir de nuestras cenizas como seres libres. Una persona a la que guardo un profundo respeto me dijo una vez que el crecimiento, psicológico, existencial o espiritual, era siempre una tarea dolorosa. Hoy me doy cuenta de la mucha razón que tenía.
Pero no me quiero cerrar en el individuo. He sugerido al principio que existe una miseria colectiva. Bueno, pues de la misma manera nos encontramos con los fenómenos de dignidad colectiva. Cuando un pueblo, sin despreciar al otro, reivindica o lucha por su existencia. Cuando se construye un espacio de encuentro del tipo que sea, asistimos al más sagrado fenómeno: El de la dignidad colectiva. Los Cristianos dicen, "cuando dos o más personas se junten en mi nombre allí estaré yo". Creo entender a que se refieren.
Y es por esto que desde los confines más ocultos de la periferia de las grandes ciudades-mercado, surgen iglesias, partidos políticos, asociaciones de vecinos, clubes etc. todos ellos representantes, cada uno a su manera, de la antorcha colectiva de la dignidad.
No es tiempo de rendirse. Aún en el peor momento de nuestra civilización. Innumerables grupos de personas. Continentes enteros! Están dando la batalla contra la miseria. A veces con esquemas, modelos, religiones o ideologías denostadas por las frías élites por pertenecer "a otro tiempo". Pero no les importa. Y es que los pueblos reivindican su derecho a la alegría, siempre con la firme voluntad de no ceder más terreno a lo insano, de construir comunidad donde no la hay y fortalecer aquella que ya está. Asistimos, como dicen los orientales, a tiempos interesantes. Se esta escribiendo la historia, y nosotros los pueblos, seremos la maza que decidirá si este es el principio del fin o el fin de algo que pudo haber sido un hermoso principio.
Escribiendo desde el sur del sur.
Lic. Unai Rivas Campo.
En a foto se ve claramente como el libre mercado toma contacto con esta "cultura pobre". El objetivo: Transformarla en una "cultura miserable". |
La pobreza se define por la falta de recursos económicos. En las sociedades capitalistas, estos recursos son la clave de la supervivencia. La ausencia completa de ellos nos conduce incluso a la muerte. Cuando los recursos son bajos, las posibilidades de acceso a los bienes de consumo también lo son. Salvo en los estados donde las necesidades básicas (Alimentación, educación, seguridad y sanidad) tienen rango de derecho, tener menos, reduce inevitablemente nuestras posibilidades de desarrollo. Las ideologías políticas se encargaron en los últimos siglos de dar la batalla por la distribución de los recursos económicos. Ciertas ideologías favorecen a los más ricos mientras que otras trabajan por los intereses de los más desfavorecidos. Con el paso del tiempo me veo obligado a reconocer que las dos poseen argumentos inteligentes. Yo, por una cuestión "de sangre", no puedo dejar de inclinarme por una de ellas. Porque al final, este tipo de asuntos poco y nada tienen que ver con los argumentos. Supongo que Focault estaba acertado cuando decía que la razón actuaba como la más importante forma de imposición de la "verdad" de los poderosos. Quisiera añadir que en ocasiones el mercado califica de pobres a culturas que en realidas no lo son, ya que no se admite el hecho de que existan civilizaciones libres de la necesidad de bienes materiales. De esta forma la pobreza tendrá muchas más posibilidades de ser vivida de manera saludable en contextos culturales aún no invadidos por el libre mercado. Si es que queda algo de eso por ahí.
La riqueza:
Nunca fui rico. Soy psicólogo. Así que tampoco, creo, lo seré. Pero tuve pacientes, amigos y conocidos que si lo fueron o lo son.
Solo se trata de cosas. No deberían ser tan importantes en nuestras vidas, Sin embargo los son. ¿Por que? |
La dialéctica del amo y el esclavo. Habla sobre las relaciones de poder entre subjetividades. De como y por que los hombres desean ejercer dominio sobre los otros hombres, así como del funcionamiento de la relación entre dominantes y dominados. Para los que no conozcáis la citada reflexión Hegeliana os propongo que veáis este vídeo de nueve minutos: Dialéctica del amo y el esclavo.
Pero no creo que podamos explicar completamente el fenómeno de la riqueza a partir de la dialéctica de Hegel. Aparte de que no acuerdo con todo lo dicho por este gran filósofo, creo que muy pocos ricos alcanzan una cuota de poder lo suficientemente grande como para establecer un dominio sobre el otro tan importante.
Sin embargo, solo a partir de las ideas de este hombre genial es que podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Para que esta necesidad de poder sobre el otro? Una respuesta interesante la podemos encontrar en la psicología de la adicción, donde el vínculo de control sobre un objeto, nos objetiviza, es decir nos "cosifica". Así, controlar objetos o personas, hace que nuestro dolor emocional quede anestesiado. El ejemplo clásico es el de esa persona que tras llegar a su casa, cargada con decenas de problemas del día a día, se sienta frente a algún aparato tecnológico, o algún otro objeto controlable, y queda como "atontada", es decir existencial y emocionalmente sedada. Este fenómeno de sedación emocional también se da cuando consumismos objetos de cualquier tipo, ejerciendo el citado control anestesiante. De esta forma la riqueza, entendida como la posesión de múltiples objetos termina siendo adictiva y por tanto enormemente difícil de dejar.
Relacionarnos con cosas nos "cosifica", anestesiando así nuestro dolor |
Podemos concluir entonces que todo control es adictivo y por tanto siempre difícil de abandonar. Pero además de adictivo, todo control es por definición omnipotente. Imagino que no se entiende lo que digo. Trataré de poner un ejemplo sencillo: Cuando controlo un objeto, una piedra por ejemplo, metafóricamente hablando soy el Dios de esa piedra. Yo elijo si subirla, bajarla, enterrarla o tirarla. Direis, y es cierto, que no puedo hacerla volar, por eso he dicho "metafóricamente". je! La omnipontencia actúa como un autoengaño, donde el hecho de controlar nos hace creer que somos pequeños dioses o "diosecillos". Y esa omnipotencia, de alguna manera arma una ilusión que nos eleva sobre los demás, incluso sobre nuestros propios dolores emocionales.
La riqueza insana o miserable es omnipotente. No tolera ningun límite. Ni siquiera el del tiempo. |
Hasta ahora hemos definido a la riqueza insana como una condición patológica omnipotente de sobreacumulación y control de objetos. Todo con el objetivo explicar el porque de su existencia y persistencia. Pero si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de lo aplicable que es todo este modelo onmipotente de control y acumulación a todas las clases sociales y no solo a las más favorecidas económicamente. De manera que la patología que encontramos en aquellos a los que vulgarmente conocemos como "ricos", la podemos hoy encontrar también en todos los segmentos económicos y sociales.
Finalmente me veo obligado admitir que estaría faltando a la verdad si no reconociera la existencia de una "riqueza digna". Yo, que trabajo en una institución donde participan personas poseedoras de grandes fortunas económicas, tengo que reconocer la enorme sabiduría y valor humano de muchas de ellas. Dice una amiga mía que en esta vida no se puede generalizar. Yo creo que sí se puede y se debe. Lo que si siento que no se debe de hacer, es imponer esa generalidad a un particular en concreto sin antes haberlo conocido. Bueno, pues yo he conocido a infinidad de personas con mucho dinero que en absoluto son adictas a él y que verdaderamente entienden a su fortuna como una circunstancia más en sus vidas. Esta riqueza digna nunca es agresiva con nadie y generalmente suele estar asociada a la honestidad e integridad de estas personas.
La miseria:
Al hablar de una riqueza patológica he dado la pista acerca de aquello sobre lo cual quiero hablar durante las próximas líneas: La miseria.
La miseria no tiene necesariamente que ver con la pobreza. Es una forma de vida inhumana, irrespetuosa y anticomunitaria. Que atrapa a pobres y ricos por igual.
Que fácil es ver la miseria en los demás... |
Por eso, seas pobre, rico o clase media. La miseria, entendida como estado de conciencia existencial, te puede alcanzar igual. Es una consecuencia inhumana de ese sistema egoísta llamado libre mercado. Entidad sistémica que "privatiza" hasta lo que es privado, inyectando en nuestras mentes el crudo veneno del egoísmo. De tal manera, la miseria humana se transforma en el abono ideal donde la semilla de los peores valores del mercado germina. Se crea así una cibernética enferma donde tenemos a un sistema mercado creador psiquismos enfermos y a unos psiquismos enfermos que, con su consumismo voraz, alimentan a su vez el crecimiento del mercado.
No estamos por tanto en la época de la lucha de clases. Ojalá. Pues en ella encontrábamos una dignidad que hoy escasea. Tampoco estamos ni de lejos cerca del "fin de la historia". La historia esta más viva que nunca. Y como dice la canción, grita de dolor. Está temblando bruscamente ante el mayor enemigo que fe e ideologías jamás encontraron. Poniendo en jaque a ricos, pobres, piadosos, intelectuales e ideólogos. Pues todos corren, corremos, el peligro de desaparecer frente al gélido viento de la miseria.
La dignidad:
Trataremos de dejar por unos minutos de lado el probema de la miseria para poner el foco sobre aquello que actúa como elemento contrario: La dignidad.
La dignidad es un estado psicológico tan personal como comunitario. Donde el otro es sentido además de simplemente percibido, dando así lugar a un vínculo que posibilita la construcción de lo común, entendiendo a este como a un sistema contenedor, creador de identidad y pertenencia.
La dignidad funciona como un estado de conciencia del cual grupos e individuos podemos en todo momento salir para caer en un estado miserable. Esto siempre me recuerda a los maestros zen cuando explican el camino a la iluminación como un estado de permanente atención (diferente al control). Darnos cuenta de las diferencias entre los dos estados de conciencia nos da la posibilidad de elegir como individuos cual del ellos escoger. Recuerdo como hace algunos años (me estoy haciendo viejo) me sucedió algo que puede ser ejemplificador de lo que deseo expresar:
La dignidad suele ser muy atacada pues con su luz desnuda lo peor y más oscuro de nosotros mismos. |
Supongo que la dignidad es algo así como una antorcha que nos guía e ilumina pero que también nos desnuda, haciendo evidente lo más oscuro en todos nosotros. Es ahí donde se genera el gran dilema frente a la dignidad: Aceptar o rechazar su luz. Rechazar implica negar y como ya dijimos en otras ocasiones todo sentimiento negado genera ansiedad y vacío. Aceptar, implica enfrentarnos al dolor de nuestra verdad subjetiva. A nuestras pequeñas miserias cotidianas. Empujándonos hacia la hoguera de nuestro dolor, para después, resurgir de nuestras cenizas como seres libres. Una persona a la que guardo un profundo respeto me dijo una vez que el crecimiento, psicológico, existencial o espiritual, era siempre una tarea dolorosa. Hoy me doy cuenta de la mucha razón que tenía.
Manifestaciones de dignidad popular. |
Y es por esto que desde los confines más ocultos de la periferia de las grandes ciudades-mercado, surgen iglesias, partidos políticos, asociaciones de vecinos, clubes etc. todos ellos representantes, cada uno a su manera, de la antorcha colectiva de la dignidad.
No es tiempo de rendirse. Aún en el peor momento de nuestra civilización. Innumerables grupos de personas. Continentes enteros! Están dando la batalla contra la miseria. A veces con esquemas, modelos, religiones o ideologías denostadas por las frías élites por pertenecer "a otro tiempo". Pero no les importa. Y es que los pueblos reivindican su derecho a la alegría, siempre con la firme voluntad de no ceder más terreno a lo insano, de construir comunidad donde no la hay y fortalecer aquella que ya está. Asistimos, como dicen los orientales, a tiempos interesantes. Se esta escribiendo la historia, y nosotros los pueblos, seremos la maza que decidirá si este es el principio del fin o el fin de algo que pudo haber sido un hermoso principio.
Escribiendo desde el sur del sur.
Lic. Unai Rivas Campo.