Quiero escribir sobre los sueños. Pero no precisamente cualquier mierda. Supongo que es por eso que me he demorado tanto. La verdad, cosas tenía para decir, pero jamás sentí que ninguna de ellas fuera especialmente original. Y lo cierto es que
sobre este tema se han redactado los que quizás hayan sido los pasajes más apasionantes en la historia de la psicología . Así que "no da" para meterme soltando cualquier obviedad.
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Cazar un sueño es aprender algo acerca de él.
En este caso, hemos tratado de aprender
algo sobre su funcionamiento. |
De esta forma, tratando de pensar mis pensamientos, intentando encontrar en ellos alguno que estuviera mínimamente a la altura; creo haber dado con algo. ¿Cómo? La respuesta es tan sencilla como elegante:
Soñando. Y es que anoche me encontré soñando con mi maestro. Era una de nuestras clases particulares, de esas en las que repasábamos los casos vistos en el hospital mientras los integrábamos con las distintas lecturas. Recuerdo como en el sueño le explicaba una teoría, una teoría sobre los sueños y él, como siempre hacía con aquello que le proponía, se burlaba de mí. Sin embargo, en este sueño al contrario que en la realidad, donde siempre me callaba y asentía con dolida humildad, me puse en pié y lo mande a la "re-puta-madre-que-lo-re-contra-mil-puta-parió". No sabéis la satisfacción que sentí al despertar. Inigualable. Una auténtica liberación. Lo cierto es que el sueño se basó en un suceso real de mi formación. La teoría sobre los sueños estaba, de hecho alguna vez me había servido de ella para intervenciones que resultaron bastante exitosas. No obstante, hasta aquella vivencia violento-onírica por así decirlo, jamás había tomado mi hipótesis como algo verdaderamente significativo. Hoy, volviendo sobre mis pasos, repasando aquel esquema teórico con el que soñé, comprendo que la respuesta estuvo todo este tiempo frente a mis ojos. Reprimida pero viva. Paciente. Esperado su momento como un cazador frente a su presa.
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Los sueños siempre nos dan a los
terapeutas exactamente lo que buscamos.
¿Que ocultan tras tanta generosidad? |
Mi hipótesis trataba sobre el análisis del sueño de los pacientes durante los procesos terapeúticos. Todo surgió cuando me formaba. Me sorprendía al ver como
los distintos autores con los que me iba encontrando, algunos pertenecientes a formas de entender la terapia diamentralmente distintas, se encontraban con sueños que "confirmaban" sus diversas teorías. Aquello, la verdad, me hacía sospechar de la veracidad de sus relatos. Seguro que algo de engaño o sesgo había, al fin y al cabo los psicólogos y psiquiatras somos tristemente conocidos por el tamaño de nuestros egos y, se sabe, los egos mienten tanto como las putas o los dueños de los diarios. Sin embargo, esa no podía ser la única respuesta. Muchos de aquellos autores eran personas de reputada honestidad. Recuerdo como mis inquietudes llegaron a su punto máximo cuando leí "técnicas de terapia familiar", una recopilación de transcripciones de intervenciones familiares desde una óptica sistémica. En aquel texto, el mítico
Don D. Jackson confesaba su sorpresa ante el significativo número de pacientes esquizofrénicos que relataban su vivencia personal utilizando criterios técnicos inventados por él. Términos que jamás había compartido con sus pacientes. Aquella honesta confesión me hizo replantear cuanto de este proceso se podía repetir en el sueño. Desde la óptica sistémico cibernética sabemos bien que las partes no conscientes de dos sistemas, al interactuar entre sí, forman de hecho un único sistema autorregulado que actúa como canal de comunicación. Trataré ahora de decirlo en palabras más claras:
Los inconscientes se comunican entre sí. Se dicen cosas. ¿Pero que cosas? ¿Para que?
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El uso de la contra transferencia consiste
en fijar una atención permanente sobre
nuestros sentimientos, para después filtrar
aquellos que han sido provocados por
nuestros pacientes. |
Antes de profundizar en el significado de tales preguntas, quisiera aclarar algunas cuestiones sobre estos fenómenos de comunicación no consciente. Y para ello nada mejor que el psicoanálisis, el buen psicoanálisis claro está. A través de él es que conocemos eso que ellos llaman
fenómenos transferenciales y contra-transferenciales. Que no son ni más ni menos que el análisis de aquello que le sucede al paciente en su interacción con el terapeuta y viceversa. Muchos terapeutas sistémicos hemos aprendido a utilizar la contra-transferencia como herramienta de comprensión de las vivencias de nuestros pacientes. ¿Como? Estando permanentemente atentos, cual monje zen, a todos los afectos que se nos cruzan en el encuentro con la otra persona. Con el tiempo transformamos esa atención en costumbre. Una vez separados los afectos propios de aquellos provocados por la persona que tenemos enfrente, echamos mano de las diferentes teorías para interpretar los posibles significados de dichas intuiciones. De esta forma, la contratransferencia o
los llamados mensajes de nuestro cuerpo, actúan como llaves que abren las puertas de las informaciones de nuestras áreas no conscientes. Aclaro finalmente que bajo mi terminología personal, cuerpo e inconsciente freudiano abarcan prácticamente la misma cosa.
Ahora bien, conectarnos con nuestro cuerpo es conectarnos con un sistema organizado que funciona bajo leyes sistémicas. Reglas invisibles que son inmanentes a todo lo vivo. Estas normas de carácter intangible funcionan de manera estética. Son pura metáfora, vida y belleza. De este modo,
el inconsciente no se comunicará mediante mensajes directos sino a través de analogías. Y esto último, es absolutamente vital si queremos entender los sueños.
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Los psicólogos somos tan arrogantes,
que nos creemos los inventores de
ese proceso milenario al que
ahora llamamos terapia.
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O mejor dicho, los sueños en terapia. Es decir, ese espacio donde dos o más personas se comprometen a resolver aquellos conflictos pasados que aún duelen en el presente. Que nos encierran en un círculo de repeticiones. En una cárcel de sufrimiento para nuestro psiquismo, que en su etimología griega no significa otra cosa que
alma. Así, teniendo en cuenta lo dicho, les invito a que pensemos un poco: ¿Desde cuando existe la terapia? Es decir. ¿Desde cuando el hombre se ha dedicado a tratar el sufrimiento del alma? La respuesta nos retrotrae hasta la mismísima noche de los tiempos. Y es que
el proceso terapéutico es una función más dentro de nuestras características como especie. Algo inherente a nuestra naturaleza social y existencial. Es tan absurdo tratar de entender al proceso terapéutico sin el hombre como al hombre sin proceso terapéutico.
Por todo esto es que afirmo en base a mi experiencia profesional que
los sueños no son ajenos al proceso terapéutico. Que el inconsciente del paciente es capaz de leer mediante comunicación-analógica-no consciente al inconsciente del terapeuta y, de esta forma, enviar un sueño que sea coherente con la epistemología de referencia del profesional. Es decir, que
el inconsciente del paciente le envía al terapeuta un sueño que esté último es capaz de entender.
Me preguntaba antes que cosas se comunicaban los inconscientes de paciente y terapeuta en el contexto llamado terapia. Creo que
una de las cosas más importantes que intercambian son las respectivas epistemologías. Las particulares miradas. Esos anteojos con los que cada cual percibe su universo. De esta forma es que
el inconsciente del paciente enviará el mensaje en el idioma que el terapeuta pueda descifrar.
Sin embargo, este proceso natural atraviesa hoy algunas dificultades.
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No podremos contactar con el inconsciente
sin una coherencia teórica interna.
Más allá de su calidad. |
La primera es que no todos los modelos psicológicos admiten la interpretación de los sueños como técnica válida. Esto no es casualidad, realmente la psiquiatría está cada vez más cosificada y dominada por las corporaciones farmacéuticas. La investigación también. Y a estas "corpos", las vivencias oníricas parece que le chupan tres o cuatro huevos. Supongo que no deben de facturar tanto como con el rivotril. Que pena que soñar sea gratis. En segundo lugar, nos encontramos con terapeutas cada vez más ineficientes en su trabajo. Personas mal formadas que adquirieron un título pero que no le pudieron dar a este una solidez profesional.
¿Como podrá leer el inconsciente de nuestro paciente un modelo coherente mediante el cual comunicarse con nosotros si resulta que carecemos de él?
Así es que al final, después de tantos años de criticar a los lacanianos, he de reconocerles algo positivo. Al menos a aquellos más ortodoxos:
Su cuidada coherencia interna.
Esto hace que en las adecuadas manos pueda resultar un modelo curativo.
Más allá de que esta coherencia sea
una coherencia de porquería.
Escribiendo desde el sur del sur.
Feliz de saber que, a pesar de los psicólogos, la salud siempre persevera en la búsqueda de su camino.
Lic. Unai Rivas Campo.