Hace veinte años me hubiera peleado a muerte con las Iglesias. Con su permanente imposición de valores religiosos propios hacia aquellos que no profesan su fe. Con su resistencia dogmática a los avances científicos. Pero sobre todo con su convivencia perversa en los más oscuros episodios de la historia humana más reciente.
Hace veinte años me hubiera peleado a muerte con los Estados. Por ser estos sistemas organizados de opresión y control sobre el hombre. Por su permanente torpeza burocrática a la hora de afrontar los problemas de sus ciudadanos. Pero sobre todo por su enquistada y sucia tendencia a la corrupción.
Así te quedas si te peleas con la masa acrítica. Igualmente no me quejo. Lo elijo. |
Hoy, la nada, la pseudoobjetividad neoliberal, lo miserable, lo privatizado, está atacando. Y a ella le molesta profundamente el psicoanálisis. Le resulta poco práctico. Huele demasiado a subjetividad. A humano. Lo mismo sucede con las Iglesias, pues estas siembran y fortalecen a las comunidades. Llenándolas de dignidad. Imponiendo un freno sobre la cultura de la miseria, de las zapatillas "nike" y el paco. Y tampoco, claro, toleran a los Estados, pues desean, a muerte, su privatización y su entrega a los intereses corporativos transnacionales.
Asi es que, ahora, los idiotas útiles, los progres neomoralistas, los obsecuentes del lugar común, los inquisidores de la razón intolerante, se envalentonan. Repito, ahora. Criticando, denostando y humillando. Haciendo leña del árbol caído. Demostrando su profunda cobardía. Pero sobre todo, siendo funcionales a los más crueles deseos del sistema llamado libre mercado.
Hace veinte años me hubiera peleado a muerte con psicoanálisis, iglesias y estados.
Hoy, me peleo a muerte.
Para defenderlos.
Escribiendo desde el sur del sur.
Lic. Unai Rivas Campo.