sábado, 17 de marzo de 2012

Pagar el precio.

Ser libre es elegir. Elegir es perder y perder duele. Siempre. Supongo que a estas alturas debéis de estar más que hartos de escuchar la misma perorata. Lo comprendo. Sin embargo esta vez es importante. Pues sucede que soy psicólogo y que me guste o no elijo esta profesión. Todos los días. Es decir que pierdo algo y que me duele. Ese es el precio a pagar.

Las acciones tienen consecuencias
y romper ciertas normas su precio.
Si te endeudas demasiado, estás jodido.
Porque resulta que a lo largo de estos años se cuentan por cientos las personas con las que me he encontrado en un vínculo terapéutico. Hombres y mujeres a los que hubiera querido tener como amigos, padres, madres, amantes, esposas, maestros o incluso hijos. Seres que por alguno u otro motivo me fascinaron o tocaron mi corazón. Sujetos de los que cada  tanto me despido sin saber si algún día los volveré a ver. Soy consciente de que muchos de ellos llegan a tomarme casi el mismo cariño que yo les tomo a ellos. Cariño que muchas veces nos lleva seguramente a desear conocernos más allá de las puertas del consultorio. Pero no, eso no es posible. Hay que pagar el precio. Pues cuando uno decide ser psicólogo sabe que aquel que conocemos como paciente deforma su percepción de la figura del terapeuta. Que proyecta como dicen los psiconalistas una parte no resuelta de si mismo. Y que en resumidas cuentas no se enamora de ti por el sencillo hecho de que su percepción acerca de tu persona se encuentra alterada. Todos los que nos dedicamos a lo que yo me dedico sabemos esto. Ignorarlo es por tanto hacer un uso negligente y cobarde de nuestro poder. Un poder que es prestado y que no nos pertenece.

Así es en todos los campos, en todas las decisiones. Siempre se paga un precio. ¿Podemos saltarnos esta regla? Sí. Pero quebrar dicha norma también tendrá su precio. Un precio aún mayor, más doloroso y que también deberá ser pagado. No olvidemos además que a veces hay deudas demasiado grandes, imposibles de saldar. Ya sea en el ejercicio de mi profesión o en cualquier otra actividad de la vida cotidiana, siempre hay un precio, y si acumulas mucha morosidad, tarde o temprano la vida te mandará algún matón para romperte las piernas. Y es que las leyes sistémicas se parecen mucho a las del karma: todo vuelve. En forma de accidente, de enfermedad o incluso de una angustia jodida y persistente que te acompaña hasta el día de tu muerte. No es lindo, es lo que hay. Y tiene un precio.




Escribiendo desde el sur del sur.

Lic: Unai Rivas Campo.


4 comentarios:

  1. Colegio de psicologos de la provincia de buenos aires - codigo de etica provincial. Son 53 articulos que parecieran regir una vida entera mas que una profecion Unai.. el precio de una decision.. Dolorosaente admirable diria yo..

    Te mando un abrazo grande

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  2. Libre albedrio, capacidad de elegir, es aquello que nos distingue, aquello que nos diferencia…

    Sin lugar a dudas todo tiene un Costo, y ese costo no es otra cosa que aquello que dejamos por fuera en nuestras elecciones, decisiones… pero mas allá de las evaluaciones que podamos sobre ello, de la capacidad de anticipación que podamos poner en juego, las experiencias de vida, o lo que fuere, los costos solo se pueden evaluar a posteriori… solo en el después podremos decir si algo valió la pena o no…

    Todas las profesiones, decisiones, elecciones en esta vida conllevan un costo… No solamente la nuestra, la vida misma lo conlleva a diario, y no por eso necesariamente todo tenga que ser vivenciado o tomado como una PERDIDA o decir que vivimos PERDIENDO…

    Sin lugar a dudas nuestra profesión va de la mano, y esta atravesada por una ética que no podemos eludir, sin ella no estaríamos ocupando el lugar que nuestra profesión nos confiere, espera, requiere y reclama de nosotros…

    En el encuentro con nuestros pacientes no somos ni padres, ni madres, ni hermanos, ni amigos, ni amantes, ni jefes, nuestro ser si hay un lugar en el que no debe estar es justamente es ahí en el momento en el que tenemos frente nuestro a un paciente…

    Sin embargo, fuera de aquel espacio, no dejamos de ser Seres Humanos por portar el titulo de PSICOLOGOS, sea cual fuere el marco teórico al que cada uno adhiera.

    Y como tales, sentimos, nos suceden cosas, los pacientes pueden generarnos cosas, tales como las que usted menciona… Somos Humanos!! Y bienvenido sea el no dejar de serlo!!

    Entiendo que ha de ser una ardua tarea, sobrellevar a diario una profesión en la que se vive el día a día, cada encuentro con el otro como una Pérdida… En un espacio en el cual se podría decir que es el paciente el que debe pagar el costo que requiere y representa el “camino hacia la felicidad”, trabajando síntomas, dejando atrás mochilas, implicándose en aquello de lo que se queja… queda la sensación según su dichos, que el que esta ahí pagando los costos es el PSICOLOGO.

    Somos seres humanos, y como tales y gracias a ello nos suceden cosas, y no podemos desentendernos de eso, hacer la vista a un lado seria un error…

    Y seria interesante, y ético, que podamos preguntarnos que es lo que nos sucede, que es lo que nos hace ruido en el encuentro con el otro, en el vínculo con un paciente… de eso también se trata la ética de nuestra profesión. De poder preguntarnos e implicarnos en aquello que nos hace ruido, que nos genera preguntas, que nos hace sentir a las cosas como PERDIDAS, o que elegimos una profesión que conlleva un camino de dolor…

    Pueden sucedernos cosas como a cualquier mortal, y eso no nos hace ni mejores ni peores profesionales. Luego tendremos que ver que hacemos con eso que nos sucede, porque claramente todos tenemos un límite en nuestra capacidad profesional, en nuestra capacidad de “ayuda” para con quien sea nuestro paciente y eso también hablara de nuestra ética.

    Somos Psicólogos, pero no por eso dejamos de ser Seres Humanos…

    Como diría Joaquín Sabina “… no hay añoranza peor que añorar lo que nunca jamás sucedió…”

    A diario la vida nos “obliga” (por decirlo de algún modo) a tomar riesgos con el deseo. Como bien diría Jacques Lacan “…El deseo, lo que se llama el deseo basta para hacer que la vida no tenga sentido si produce un cobarde…”.

    Somos Psicólogos, adherimos a una ética, juramos por ella y atraviesa a diario nuestra practica… y también somos seres humanos… y claramente nadie mas que nosotros podrá decidir, elegir, que costo estamos dispuestos a pagar por ello… Simplemente me pregunto si el padecimiento es un costo que valga la pena pagar… y si creemos que lo vale me pregunto entonces porque leerlo como una perdida, y no como una ganancia…
    Quizá si sentimos que estamos constantemente perdiendo, algo nos tendríamos que estar preguntando…
    Interesante frase en la canción que posteo “…Toda mi vida andando en la oscuridad sin quererme enterar de que siempre hay un precio que tienes que pagar…”

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  3. El primer lugar coincido con tu tesis. Perder duele, pero merece la pena. y es que al final ganas. Las emociones son muy parecidas a un péndulo. Giran de un lado a otro. Y es que solamente puede ser feliz e la medida en que te permites sentir el dolor. Desde ya que hago énfasis en el lo doloroso, pero no porque crea que sea lo único, sino porque considero que en estos tiempos que corren se le ha declarado la guerra. Existe hoy toda una industria económica dedicada a su anestesia.

    En segundo y último lugar te pido que no me trates de usted.

    Te mando un fuerte abrazo.

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  4. ´´Y seria interesante, y ético, que podamos preguntarnos que es lo que nos sucede, que es lo que nos hace ruido en el encuentro con el otro, en el vínculo con un paciente… ´´
    Creo que un buen psicologo tiene desarrollada la inteligencia emocional en mayor grado que el general de las personas, por lo que es un ser humano más empático. Si a eso le sumamos que algún paciente tiene desarrollada la empatía y puede llegar a reconocer en las expresiones no verbales que el terapeuta entiende perfectamente lo que esta expresando porque ha pasado probablemente por circunstancias similares en su vida,es ahí donde se genera el ruido... Son esas charlas que hacen crecer a las dos partes y que valen la pena. La vida es simple. No hay precios por pagar. El amor lo llevamos dentro. Cuando realmente creemos que merecemos compartir la vida en pareja para disfrutar de la mutua compañía, eso sucede. La vida es un constante aprendizaje, de cada encuentro con otra persona aprendemos algo si estamos dispuestos. Y cada día es un milagro para aquellos que hemos aprendido a disfrutar de la vida y creo que para eso hemos venido todos los seres humanos a este mundo.

    Saludos

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