miércoles, 25 de abril de 2012

¿Cómo ganarle al imperio?

Este texto está inspirado en algo que escribí el día dos de Abril en recuerdo de los caídos en Malvinas. Sin embargo, a pedido de algunos, decidí retirarlo. En momentos de tanto dolor, ciertas reflexiones bien pueden dañar injustamente muchas sensibilidades. De esta forma es que las siguientes líneas son un intento de una reflexión más abarcadora y profunda acerca del funcionamiento de las guerras actuales. Inspirada en parte en el conflicto por las Malvinas, pero con el foco puesto en nuestra realidad de hoy día.

En las guerras modernas, la única victoria es la de la miseria.
Comenzaré entonces por la guerra de Malvinas. El último choque bélico convencional entre dos naciones occidentales. Dejo en claro que no soy experto en el tema. Cuando ocurrió era un niño. Ni siquiera estaba en este país. Así es que trataré de decir lo mínimo indispensable para así no soltar más estupideces de las habituales. Para empezar diré que Inglaterra ganó. Cuentan que le costó más de lo esperado. No sé. Durante un tiempo reconozco que me emocioné con la idea de lo cerca que estuvo la Argentina de ganar. La famosa victoria aérea y todo eso. El caso es que igual Inglaterra ganó. Y a los pibes muertos poco y nada les debe importar la victoria aérea. En la guerra el único ganador es el dolor, nadie más. Supongo que aquel entusiasmo belicista se me fue afortunadamente pasando con el tiempo. Conversando con la gente que lo vivió y sufrió. Hoy creo darme cuenta de que la guerra era imposible de ganar. Al fin y al cabo los ingleses apenas mandaron una pequeña parte de su flota. Así es que no. No podemos ganarle al imperio. Esa es mi conclusión. Y si no, preguntadle a Kadafi, a Sadam o a todo aquel que en los últimos treinta años les haya tratado de presentar batalla. Vietnam quedó lejos, demasiado lejos. Ahora todo es aún peor. La brecha tecnológica y armamentística no tiene parangón. De nada sirve defenderse. Comprar armas es inútil. ¿A quién se las vamos a comprar? ¿A ellos? Lo dicho, de nada sirve.

Bueno, también podemos fabricarlas. Quiero decir que en realidad, teoricamente si existe una posibilidad de ganarle al imperio. Aunque no sé si podemos llamar ganar a lo que a continuación voy a plantear. Juzguen  ustedes. Veamos, en principio la clave radica en superarlos en su juego. ¿Cómo? Pues construyendo bombas atómicas por ejemplo. También podemos explotar económicamente a países más débiles para así ganar peso político en el tablero de poder global. O simplemente inventar algún nuevo instrumento asesino hasta ahora jamás pensado por el hombre. El objetivo es claro: destruir y someter al imperio por completo.
No podemos ganarles en su juego.
No sin terminar siendo como ellos.
Esa es la peor forma de perder.

Y así nosotros pasaríamos a ser el nuevo imperio.

Supongo que de eso trata la famosa dialéctica del amo y el esclavo. Esa que dice que todo sometido se ve tentado a, en algún momento, volverse un futuro sometedor. Como en una absurda tragicomedia donde cambian los actores para terminar actuando los mismos papeles. Pues al final el problema no es tal o cual imperio, sino el imperialismo en sí. Por tanto "ganarles en su juego" no es otra cosa que jugar su juego. Mientras que jugar su juego, es sinónimo de perder.

No importa si jugamos con blancas o negras, hay partidas que solo se ganan pateando el tablero.

Esta es una idea muy sistémica. Pues desde nuestro modelo, planteamos la existencia de dos vías de comunicación: textual y contextual. Cambiar el texto no sirve de nada sin un cambio en el contexto. Una película de terror será siempre una película de terror ya mueran siete, diez o ninguno. De esta forma, si queremos ganarle al imperio primero tenemos que ganarle al imperialismo. Osea darle una patada inteligente al tablero. Es decir romper el contexto narrativo en el que éste se desarrolla. Se que es fácil de decir. Muchos dirán de antemano que mi propuesta es utópica. Sin embargo aclaro que no lo es tanto. Todo lo que diré a continuación es una extrapolación de sucesos y estrategias concretas que ya han tenido alguna clase de éxito, o al menos han dejado al descubierto algunos puntos débiles del imperialismo.

El imperio somos nosotros.
Pero quizá debamos primero comenzar a definir que entendemos hoy por imperialismo. Pues justamente el primer paso para derrotarlo será identificarlo. No se puede derrotar a aquello que no podemos ver. Y para ello necesitamos conocerlo un poco más. Trataré de ser breve. No porque no haya mucho que decir sino porque en otros trabajos he dicho mucho ya. El caso es que el imperialismo es la cara agresiva del sistema libre mercado. Una entidad inhumana con características mentales propias. Un suprasistema. Algo así como un virus informático con un archivo insertado en cada uno de nosotros. Y es que todos somos parte del sistema libre mercado. La enfermedad está rizomatizada y resuena fuerte tanto en sometedores como en sometidos. Puede que está sea justamente la mayor fortaleza del imperio. Me refiero al hecho de que todos en nuestras casas consumismo sus series, nos vestimos con sus ropas, usamos sus programas informáticos o jugamos con sus mierda de videojuegos. Somos parte de matrix. Es triste, ya sé, pero es lo que hay.

Así es que ya no es como antes. Lo del bien contra el mal, ellos contra nosotros y todas aquellas cosas tan claras de las antiguas batallas. Pues si alguna vez realmente existieron, hace mucho que quedaron atrás. Hoy todo es distinto. Antes de disparar un solo tiro debemos combatir al imperio en lo más profundo de su territorio. Me refiero claro está a nuestras propias cabezas.

Ahí es donde entra la necesaria la guerra informativa.

Guerra informativa no es sinónimo de censura, sino más bien de todo lo contrario. Al fin y al cabo la censura es una herramienta obsoleta incluso para ellos. El imperio no necesita prohibir. No al menos de la manera clásica. Lo que hace es simplemente no publicar, deformar o infrapublicar ciertas informaciones abanderándose en la libertad de acción que este sistema otorga a las empresas privadas. De esta forma el mayor censurador de este mundo es el mercado. Corporaciones de las que fluyen informaciones sesgadas, masivas y uniformes. No, hoy no hace falta prohibir un texto. Ya no es necesario. Simplemente lo dejan de editar mientras bombardean nuestras librerías con el último libro de recetas eróticas de la famosa de turno.

En la era de los medios corporativos de
 comunicación, el rol del estado no puede ser neutral.
Hoy más que nunca resulta necesario que los estados soberanos, en latinoamérica aún quedan algunos, ejerzan la guerra de la información. Son necesarios medios de comunicación inteligentes, repletos de argumentos y que instalen versiones alternativas al rígido relato imperial. Ideas frescas que den vida a la pobre ecología del pensamiento único corporativo. Mensajes beligerantes e irreverentes. Capaces de transformar a los otrora orgullosos voceros imperiales en obscenos alfeñiques de nula gracia.  No es utopía. El caso argentino es la prueba de que el estado se encuentra hoy en potencia de ganar la batalla en el crucial campo de la construcción de la realidad. Proponiendo versiones alternativas, fomentando el enriquecimiento del panorama. De esta forma, el estado propone miradas distintas que inmediatamente obligan a la gente a elegir. A pensar y  discutir. Instalando nuevamente la política en la sociedad.

La guerra de la información será clave a la hora de construir la legitimidad necesaria para la resistencia. Y es que ahí, en la resistencia, radica el punto más débil del imperio. Pues si bien este es capaz de desarticular sin despeinarse cualquier respuesta de carácter bélico, tiene enormes dificultades a la hora de mantener ocupaciones. Tengamos además en cuenta que hasta ahora las ocupaciones solamente han sido en estados no democráticos. Poseedores de una escasa legitimidad. ¿Qué ocurrirá cuando se atrevan a someter a un pueblo democrático? Porque al menos en latinoamérica la era de los golpes ya pasó. Los ejércitos perdieron toda legitimidad en ese sentido. Nos acercamos por tanto a la era de los ataques directos. De hecho, cuando varios de los grupos corporativos más importantes del planeta se juntan para hablar de "la calidad de la democracia en América Latina", lo que están haciendo es crear las bases ideológicas para avalar una futura intervención. Cosa necesaria teniendo en cuenta que las naciones no democráticas se están agotando. El aparato bélico es un monstruo que debe ser alimentado. Y este no come vidrio, sino guerras, muerte y hambre. Por eso es que no debemos enfrentar al imperio con sus fusiles y sus tanques. La guerra es una guerra de justicia, resistencia y dignidad. En la que un pueblo en democracia le dará a este la batalla de la legitimidad. Resistiendo popularmente a un enemigo descorporalizado, oscuro e indefendible.

Las guerras fortalecen al imperio.
Las ocupaciones lo desgastan.
Repito: ningún imperio actual puede tomar un territorio durante demasiado tiempo sin debilitarse de alguna manera. Los cálidos cuerpos de los soldados no resisten lo planificado por la fría razón imperial. Hace como un mes leía la noticia de que el gobierno de los EEUU mantuvo hasta hace poco conversaciones secretas con los taliban. ¡Con los taliban! Es decir que ni siquiera han podido aplastar a su supuesto mayor enemigo tras diez años de miserable ocupación. Si esto sucede con los un ejército-secta de tan escasa legitimidad, ¿Qué ocurriría si atacaran un estado democrático? Si la resistencia es lo suficientemente legítima, serán vencidos. Pues a mayor es la legitimidad de la resistencia, mayor resulta el daño generado al invasor.

Porque el imperio es una enfermedad de la cordura. Un conjunto de ideas organizadas que viven en todos nosotros. La victoria será entonces como una terapia. En la que los pueblos sometidos por él, lo reconocerán como el verdadero enemigo. Tanto afuera como dentro de si mismos. Sintiendo y reflexionando. Venciendo al miedo. Dejando atrás sus permanentes mensajes psicopáticos. El imperio es una idea. Una idea o conjunto sistémico de ideas organizadas con capacidad de matar, sí, pero una idea al fin. Nada más. La estrategia de combate o terapia no tendrá por tanto éxito si es mayoritariamente física. Esta es una lucha mental, emocional, popular y espiritual. A todos los niveles donde podamos pegarle. ¿La violencia? Sí, pero solo como gesto simbólico y puntual. Siempre proporcional al daño sufrido y con el objeto de desgastar al ocupante. Más que eso sería legitimar la violencia como estrategia. Y eso no nos conviene. Sin duda tendríamos las de perder. Así por ejemplo, una revuelta popular violenta debería ser rápida y fulminante como puñetazo inesperado. Pero jamás jugar con la idea troskista de lo permanente, siempre ella tan funcional al sistema imperial.
La burbuja está por explotar.

Debemos transitar las movedizas aguas de lo posible tratando de no ser capturados. De no caer en su juego. Reírnos de ellos. Están acabados. Asistimos a sus primeros últimos coletazos. Nos hemos dado cuenta. Cada vez somos más los que sabemos la verdad: que solo son un chiste. Un gran chiste. Decía Nitzsche que Diós murió con una gran carcajada, la más grande jamás escuchada. Pues os aseguro que esta será mayor. Dicen que el que ríe el último ríe mejor, y ellos ya han agotado su turno. Pronto nos tocará a nosotros.

¿Será por eso que el imperio le teme tanto a la alegría?

O quizá sea porque no la puede comprar.

Escribiendo desde el sur del sur.

Lic Unai Rivas Campo.


Gracias a Pini Raffaele, Mariano Lopata, Anaclara Raffaele, Yolanda Clua, Marisa Jn, Ala Gubaidullina, Adriana Coria, Luz Malui por los consejos; y a Stella Maris Cao por recordarme el valor estético de la palabra "mequetrefe".

11 comentarios:

  1. Tenés que salir más.

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  2. Que mejor demostración de que es posible, que el propio ejercicio que hiciste para encontrar inspiración para escribir este post.. construcción colectiva.. el proceso creativo por excelencia.. ahí está la clave para un cambio de paradigma.
    Siempre hay alguien que encuentra coherencia en el caos..shapó por esa capacidad Unai!

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  3. Alguna vez, escribí: "y quien triunfa ríe victorioso sin saber que ha perdido más que el mismo derrotado"
    El problema, es que la guerra no es realmente una lucha entre naciones, es entre gobiernos, es entre los intereses de estos.. ¿Cuánto importaba realmente las Malvinas? ¿Cuánto le importo sinceramente al gobierno la muerte de cada uno de los jóvenes que cayeron?

    Se inculcaron ideas nacionalistas y aquel sentimiento de patria en chicos, que no sabían lo que era una guerra.. Les entregaron las armas y a su tiempo el crucifijo.. Los bendijeron y los mandaron a morir con la ilusión de que si ganaban podría sentirse orgullosos.. pero verdaderamente la única intención de esta guerra era demostrar que el gobierno vigente “el gobierno militar” era fuerte y necesario.. Una victoria conllevaría “un orden social”. Era un gobierno que tenía como herramienta de control, el miedo, el dolor.

    Pero la guerra no la sufrió solo el pueblo argentino, Inglaterra también fracaso.. me da pena y admiración a la vez, cada joven que se puso su uniforme y murió abrazado a su bandera..
    La fortaleza esta en el sabio, no en el inteligente...

    A continuación, dejo un fragmento de un poema de Borges que sintetiza muchas cosas

    “…Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara,
    en unas islas demasiado famosas,
    y cada uno de los dos fue Caín,
    y cada uno, Abel.
    Los enterraron juntos.
    La nieve y la corrupción los conocen.
    El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.”

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  4. Hermosas palabras, realmente hermosas. Gracias.

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Tu no tienes la culpa que el mundo sea tan feo....
    http://www.youtube.com/watch?v=dhpZZ1R6rTQ

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  7. Maria Ochoa: La culpa recae en los hombros de todos.. Como parte del sistema es necesario que nos hagamos responsables de lo que nos corresponde y asumamos las consecuencias..

    Nosotros le echamos la culpa al imperialismo, los políticos se la echan a los economistas, los economistas a los países primermundistas.. Ellos le echaran la culpa a Magoya.. y al final, la conclusión es que la culpa siempre la tiene el otro..

    No hay lagrimas de oro, pues ninguna de ellas, vale más que la libertad de un pueblo.. Cuando esto entendamos, sonaran los tambores de la rebelión, una rebelión cuya espada es el espíritu de cambio en cada uno de nosotros

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    1. Solo la rebelión genera lagrimas de oro..solo la gente que quiere cambiar para bien algo se pone al hombro la culpa.
      A esos que todo les pasa sin pena ni gloria, que nada les importa el sufrir del pueblo, tampoco nadie les arrancara una lagrima de nada.
      y seguramente, tampoco estarán leyendo esto, ni tu respuesta, ni lo que escribe Unai. Solo estamos aquí los que pensamos en un mundo mejor...

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  8. La gente hace lo que puede. Y en los tiempos que corren, pararse a pensar en un mundo mejor es para muchos un lujo. Sin embargo, con que exista un pequeño grupo de personas comprometidas ya es suficiente.

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  9. es necesario ya un cambio de paradigma en todo el mundo, no hay tiempo que perder, toda la civilización esta en peligro, hay un hecho cierto una 3ra. guerra atómica, esto nos tiene que preocupar a todos,y esto se cocino hace como 200 años, pero nuestra esclavitud viene desde mucho mas lejos, no puede ser que 13 dinastías obtengan mas del 95 % del PNB DE TODAS LAS NACIONES SIGAN CON ESTE BLOGS.SE DEBE MENTALIZAR A LAS PERSONAS, ABRE TU MENTE.fDO.jcarlos bisgarra@yahoo.com

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  10. ¿Y si no se tratara de un grupo de dinastías? Es decir, al fin y al cabo los llamados poderosos no son precisamente gente sana. Son privilegiados, pero atrapados por la misma enfermedad que a todos nos atrapa. En terapia familiar nos encontramos muchas veces con madres que se benefician de los problemas psicológicos de sus hijos. Y sin embargo ellas también sufren capturadas por el mismo sistema insano. Ahora bien, ¿Es posible que la enfermedad sea un sistema de ideas que haya tomado alguna clase de consciencia? Como tu dices, en los últimos dos siglos la humanidad ha cambiado más que en los anteriores 30.000. En fin, no sé que más decirte.

    Abrazo grande desde el sur del sur.

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