Intentar escapar de nuestro dolor solo sirve para encerrarnos en la prisión del vacío y de la angustia. |
Explicába en trabajos anteriores ("Elegir es perder", "¿Es el mundo que percibimos ante nuestros sentidos real?" o "Mente omnipotencia y mente sesgada") como la mente consciente del occidental se había ido, generación tras generación, separándose de su natural integración con el cuerpo. Y como esta separación había sido provocada a causa de una brusca ruptura filosófica, económica, social y espiritual. Podríamos pasarnos horas enumerando los antecedentes y acontecimientos históricos por los cuales esta ruptura se fue dando. Pero sería alejarnos del espíritu de este trabajo. Digamos entonces que esa ruptura está. Que el hombre moderno ha construido una mente diferente a la del hombre clásico. Que somos más inteligentes de lo que jamás fue ninguna generación de humanos en este planeta. Y que, finalmente, somos los más desconectados con nuestras emociones. Pues a más separada está nuestra mente de nuestro cuerpo, más se piensa y menos se siente. Y ahí, justamente, está la clave.
La mente separada del cuerpo no siente. Sin afectos, solo nos queda la angustia. Y así, dejamos de sentirnos vivos. |
¿Como? No os creáis que hay demasiadas variantes. Decía mi maestro que la salud era algo mágico e impredecible, pero que la patología, era justamente le contrario. De esta forma podemos decir con seguridad que, en la mayoría de los casos, esto se da así: Personas atrapadas por un enorme sufrimiento, un sufrimiento mucho mayor del que honestamente pueden o pudieron tolerar. Y, al tornarse intolerable, la patología se instala. Ella nos ofrece lo siguiente, pensar para no sentir. Centrarse en los objetos, en el trabajo, o en cualquier otro tipo de actividad que tenga por objeto correr más que el dolor. Todo para mantener a la mente "activa". Y al corazón, dormido. De esta forma nuestros afectos quedan ignorados , condenados al ostracismo, obligados a pasar a la clandestinidad del inconsciente. Y bueno, ya se sabe que todo grupo que es obligado a pasar a la clandestinidad actúa en consecuencia. Así, a los sentimientos negados y reprimidos no les queda otra que cometer atentados contra el consciente. Y a esos atentados se los llama ataque de pánico. Estos suceden en una relación dialéctica a doble vía. Donde lo consciente y lo no consciente se alimentan mutuamente. Por un lado está la mente separada del cuerpo, que al ser por su propia naturaleza solamente consciente de sus pensamientos, cada vez de siente menos viva. Por el otro lado esta el cuerpo, el lugar donde van quedando depositados todos los sentimientos no reconocidos. Cuando el dolor no reconocido se torna excesivo, cuando ese sufrimiento acumulado y anestesiado va más allá de lo humanamente tolerable, las taquicardias comienzan. Es ahí cuando la mente, previamente cargada de angustia de años de afectos negados, y cada vez más alejada de su propio sentir; comienza a interpretar lo sucedido como una inminente y segura muerte. Instantes que parecen años. Donde solo hay lugar para un único sentimiento: El pánico.
Afrontar el dolor. Llorarlo. Es el primer paso para comenzar el camino de regreso hacia nosotros mismos, hacia una cura y, hacia nuestro corazón. |
Y para curarse de ellos, será sin duda necesario emprender de nuevo el camino hacia él.
Escribiendo desde el sur del sur.
Lic. Unai Rivas Campo.
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ResponderEliminarpor favor, visiten mi blog, y ayudenme a hacerlo crecer.
ResponderEliminarhttp://pensamientos24.blogspot.com/
Que tengas suerte.
ResponderEliminarEl dolor se siente , como un grito mudo desesperado, pidiendo ayuda y sintiendo que te volviste transparente, pidiendo de rodillas que te ayuden y sintiendo indiferencia o golpes que no podes comprender. El dolor a veces es tan grande que ya se deja de sentir, es vivir en la no vida o un mundo paralelo.
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