lunes, 3 de junio de 2013

La caja de Pandora.

La leyenda de Pandora es larga. Hay dioses, intrigas, la cosas típicas de la mitología griega. Ah, y una caja.
Somos lo que habita en el fondo de la caja.

Fue un regalo, se la dio Zeus a Pandora. Seguramente para hinchar las pelotas. A Zeus le gustaba mucho hinchar las pelotas. O quizás se aburría de tanto Olimpo. Además en aquel entonces el mundo era un paraíso. Otro Olimpo cualquiera. Nadie sufría por nada. La vida era una monótona secuencia de constantes satisfacciones. Un infierno edulcorado de colores chillones. Así fue que Pandora abrió la caja y de ella salieron todos los males que hoy habitan el mundo.

Menos mal.

Solo una cosa quedó adentro: la esperanza. 

En fin, así estamos. Es como vivimos. Sufriendo. A veces jodidos, otras bien jodidos. Y sin embargo es mejor. Somos ángeles caídos, dioses tontos, perdedores con estilo. Porque Dios no elige. El es perfecto. A el no hay caja que lo salve. No tiene principio ni fin. Siempre estará.  No sé, a veces lo compadezco.

Nosotros somos constructores, guerreros, cazadores. Nada nos es dado. La vida es una danza inconclusa. Decimales que se extienden hacia el infinito. Solo tenemos que ser valientes. Abrir la caja. Darle una patada en el culo al miedo. 

Sentir la agónica esperanza.


Escribiendo desde el sur del sur.

Lic. Unai Rivas Campo.